Prohibido prohibir

«Prohibido prohibir» era uno de los lemas de mayo del 68, pero, últimamente, a las autoridades que nos rodean les ha dado por hacer justo lo contrario. Las prohibiciones están a la orden del día y se extienden a nuevos ámbitos.

Comenzamos el año con la famosa Ley antitabaco, a la que seguimos acostumbrándonos. Ahora el Fútbol Club Barcelona ha querido ir más allá y ha lanzado una campaña para «recomendar» a sus socios que no fumen en el estadio. ‘Camp Nou sense fum’ (‘Camp Nou sin humo’) es, por el momento, una iniciativa de sensibilización, aunque la idea se votará en la próxima Asamblea. El presidente del Barça, Sandro Rosell, opina que «es mejor el fútbol sin puro y sin morirse». La medida ya se aplica en todos los campos ingleses y en los del Ajax de Amsterdam y el Bayern Leverkusen, entre otros.

No soy fumadora y soy partidaria de la Ley antitabaco, pero esto ya es rizar el rizo. Los estadios de fútbol son espacios abiertos en los que el humo no se concentra. Con este tipo de proyectos parece que se busque demonizar a los fumadores, que están consumiendo un producto legal y del que el Estado obtiene grandes beneficios.

Siguiendo con las restricciones, en 2011 también se ha aprobado la conocida «Ley Sinde», que en realidad sólo es un apartado de la Ley de Economía Sostenible, y que regula las descargas de Internet. Así, si alguien considera que el contenido que hay colgado en una página web vulnera los derechos de autor, puede denunciarlo. Si el juez le da la razón, la web en cuestión sería clausurada.

Entiendo que el mundo de la música ha perdido muchos millones con las descargas ilegales. Sin embargo, también ha sido una plataforma para nuevos artistas. Algo similar ha pasado con el cine. Lo que no me entra en la cabeza es qué tienen que ver las series en esta ecuación. Supongamos que me interesa ver un producto que emiten en EE UU y que no ha sido adquirido por ninguna cadena española. ¿A quién perjudico consumiéndolo? Ahora, gracias a la Ley Sinde, todo indica que las principales plataformas nacionales de descargas van a ser clausuradas, lo que me obligará a buscar páginas alojadas en otros países. Querido Gobierno, ¿sería mucho pedir que me permitieseis seguir idiotizándome con bodrios americanos legalmente? Gracias.

Y no podría terminar este post sobre prohibiciones sin hablar de los coches. Primero fue la reducción del límite de velocidad a 110 kilómetros por hora en las autovías y autopistas. La razón para esta medida, transitoria según el Ejecutivo, es el ahorro energético y de combustible. ¿Alguien se lo cree? La restricción es sólo de 10 km/h, aunque, lo que me resulta preocupante, es que estas iniciativas cada vez están más encaminadas a incrementar la recaudación por multas.

Con la cantidad que destiné a pagar las infracciones que cometí el año pasado podría haber disfrutado de una escapadita de fin de semana, pero como soy tan solidaria decidí invertir en el Estado que sé que lo necesita más.

No obstante, las prohibiciones en el apartado automovilístico no terminan aquí. La teniente alcalde y responsable de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Barcelona explicó que se estaban planteando impedir la circulación de vehículos de más de 10 años, ya que contaminan más. Posteriormente, y ante la polémica que suscitaron sus declaraciones, hizo un «donde dije digo, digo Diego» (tan típico de los políticos) y negó que fuesen a restringir el acceso a ningún coche.

En esta misma línea, la Comisión Europea ha publicado hace un par de días una «Hoja de ruta hasta 2050» proponiendo iniciativas que ayuden a lograr un transporte más sostenible. ¿Y cuál ha sido la idea estrella? Que en el citado año todos los vehículos de gasolina y diesel estén prohibidos en las ciudades y sean sustituidos por automóviles eléctricos e híbridos.

Es innegable que cuanto más antiguo sea el coche más suele contaminar y que se espera que los modelos eléctricos sean más limpios, pero ¿por qué prohibir? ¿No hay otro medio como incentivar la adquisición de nuevos coches?

Definitivamente tanta prohibición ha hecho que se me ocurra el plan perfecto. Tengo que ir en mi coche, de más de 10 años, a Barcelona (por supuesto sin rebasar los 110 km/hora). Ver allí alguna serie, previamente descargada de Internet, y asistir a un partido del Barça en el Camp Nou fumándome unos puritos.