Cómo se pasa la vida…

Vaya por delante que no es mi intención ponerme profunda con este post, pero es que últimamente ha habido tres muertes que me causado una gran impresión.

Primero fue una trabajadora del Banco Santander. Se llamaba Estela Carduch, tenía 25 años y era cajera en una sucursal de Cambrils. El 25 de octubre dos atracadores entraron en la oficina y, al parecer, se les disparó la pistola. La bala rebotó en la bandeja que se usa para depositar el dinero y, desde ahí, impactó en el cuello de Estela, que murió desangrada.

Luego, también el 25 de octubre, que se ve que fue un día aciago, Ana Isabel A.B., de 31 años y natural de Galdakao, falleció al caerle en la cabeza un fragmento de la fachada de un edificio de Bilbao.

Ambos casos son el colmo de la mala suerte. Dos mujeres jóvenes y sanas que un día mueren, sin previo aviso y de la manera más estúpida. Es como para reflexionar y replantearse lo fugaz que es, a veces, la vida.

La tercera muerte ha sido la de Andy Irons, campeón del mundo de surf en 2002, 2003 y 2004. Irons tenía 32 años y su mujer estaba embarazada de 7 meses de su primer hijo cuando falleció, el pasado 2 de noviembre. La versión oficial dice que estaba enfermo de dengue, aunque hay rumores que apuntan a que pude tratarse de una sobredosis de metadona.

Quiero pensar que se trata de un accidente, porque Irons era mi surfista favorito. No soy experta en este deporte, pero me parece espectacular ver las virguerías que son capaces de hacer los profesionales encima de una tabla.

El Billabong Pro Mundaka nos ha permitido, desde 1999, disfrutar de cerca de los mejores surfistas del mundo. Este año no se ha celebrado, y no está muy claro si volverá a entrar en el calendario de las pruebas del Circuito Mundial para 2011, así que, por el momento, tendremos que conformarnos con recordar las experiencias vividas allí.

Visité por primera vez Mundaka, y su ola izquierda, en octubre de 2003. Nunca había visto una competición profesional y el ambiente me impresionó. Gente bohemia que viaja de una punta a otra del mundo en busca de las mejores olas. ¿A quién no le daría envidia?

Regresé en 2004 y elegí un día en el que llovía muchísimo. No se podía casi estar viendo a los surfistas, pero fui muy afortunada, porque durante el breve momento que estuve asistí a la actuación de Andy Irons. Le vi hacer una maniobra imposible. Allí donde cualquiera se hubiese caído bajo la ola, él consiguió mantenerse sobre la tabla y salir victorioso.

No digo que Irons sea el mejor surfista del mundo. Sin embargo, lo que le vi hacer ese día no lo había visto nunca en directo, ni he vuelto a verlo. Eso le convirtió en mi preferido.

2006 fue el último año en el que acudí a Mundaka. Cuando llegamos los surfistas estaban firmando posters y, entre ellos, estaba Irons. Conseguí el poster con los autógrafos de todos y, desde entonces, cuelga de la pared de mi habitación. Además, le sacamos la primera foto que ilustra esta entrada.

La muerte de Irons, tan repentina, me sorprendió y me dejó un amargo sabor de boca. Le recordaré como al único que pudo seguir cabalgando esa ola.